“SEÑOR PRESIDENTE, ESTO ES COMO ESPERAR LA MUERTE EN NUESTRAS CASAS”

“Soy Carlitos Etacore de la comunidad Ijnapui. Quiero compartir un poco mi reclamo y las opiniones de acá, la gente de Ijnapui, para las autoridades en Paraguay. Sea el presidente de Paraguay, autoridades de la gobernación y municipales.

En primer lugar, voy a reclamar un poco sobre el tema del COVID 19 y la cuarentena. Es que por una parte parece que está muy bien lo que está haciendo el decreto presidencial, que sirve para resguardar a las personas, pero la otra parte es o que nos preocupa tanto a nosotros, como seres humanos y como indígenas, como indígenas pobres.

La gente de Ijnapui pensamos que los ganaderos y las autoridades en Paraguay quieren matar a los pobres indígenas, porque cumplimos lo que el decreto presidencial dice, nos quedamos en casa, no salimos a trabajar para mantener a nuestra familia, nietos. Pero acá los ganaderos mismos están transitando día a día para ir a sus estancias, para sacar sus productos. Acá en la ruta que va de Tte. Montanía a Madrejón demasiado mucho tráfico hay. No paran. No paran.

Fogón, renión y, si cabe, una bueba canción del anciano Guasi.
Las familias en Ijnapui se mantienen aisladas pero, la sequía, la falta de alimentos y la intensa activad agroganadera que no se detiene en esa región ponen en riesgo la salud de los Ayoreo.

¿Entonces, qué pasa? Que los pobres indígenas nos quedamos todos en nuestra casa, no salimos a trabajar, no salimos a la ciudad, nadie lleva a los indígenas a trabajar, esto es como si fuera que esperamos la nuestra muerte aquí no hacemos nada más y las autoridades no nos apoyan”.

Carlos Diri Etacore es líder indígena ayoreo de la comunidad de Ijnapui, aldea asentada en una propiedad de 3.125 hectáreas en el distrito de Filadelfia, a 120 km del casco urbano de dicho municipio, capital del departamento de Boquerón.

Las familias de Ijnapui, viven dentro del territorio tradicional Ayoreo. A su llegada en 2006 el monte circundante era extenso, abundante, con animales silvestres, frutos y miel. En la actualidad esa riqueza está reducida por toda la deforestación circundante y, si bien todavía practican la cacería y recolección, la naturaleza ya no es tan generosa.

Desde hace varios años la actual situación de los Ayoreo refleja los resultados de un acelerado proceso de pauperización y muestra una creciente pérdida de autonomía y también creciente dependencia del sistema de vida de la sociedad envolvente, sin a la vez poder contar con las oportunidades necesarias para alcanzar un estándar de vida cambiado pero compatible tanto con la dignidad humana y con la vigencia de la integridad del medio ambiente.

El escenario es aún más difícil y de mayor riego para los pueblos indígena en tiempos de la actual pandemia, donde no pocos Ayoreo mantienen cercanía con los centros de mayor concentración poblacional no-indígena, donde buscan trabajos precarios ocasionales como jornaleros en un mercado laboral inseguro, irracional y excluyente, o de donde se provisionan con los víveres que consiguen comprar gracias a los ingresos por los trabajos en estancias ganaderas. El llamado es, así, una crítica y un reclamo a las autoridades:

“El presidente, la gobernación, la municipalidad, no ayudan. Parece que piensan que nosotros somos como ellos, ellos tienen mucha plata, que no les falta nada a sus familias, pero nosotros no estamos así. Por eso el presidente de la república tiene que atender también a los indígenas. Yo estoy diciendo los pensamientos de mi gente de acá, de la comunidad Ijnapui.

Esto es lo que yo les planteo a las autoridades, que vean nuestras necesidades como indígenas pobres. Nos quedamos en casa, cumplimos lo que el decreto dice. Y para este tiempo el alimento que nos trajeron, de 2 k cada cosa, es muy chiquitito, es demasiado poco, no alcanza para nada, y esto es lo que yo quiero plantear y que sepa opinión pública. Eso es lo que yo voy a plantear en nuestro idioma.”

Cuando los primeros pobladores de Ijnapui retornaron para sentarse en territorio tradicional Ayoreo, fueron los vecinos quienes le tendieron la mano, facilitándoles agua de sus reservorios para soportar la sequía que azotaba la región. La solidaridad es regla de oro en la región del Chaco, lo que no es comprendido por los nuevos terratenientes. Diri pide a la población que no deje de estar atenta a las necesidades de los demás, y ahora llama a los vecinos a no olvidarlos como lo hacen las autoridades:

“Sería bueno también que los vecinos nos ayudemos, ahora que nuestros vecinos nos pasen una mano para que no le falte nada a nuestras familias, a nuestros nietos. Pero siempre decimos que las autoridades deben saber que acá estamos. Si no nos ayudan, señor presidente, es como espera la muerte en nuestras casas”.

Carlos Diri Etacore. Líder de la comunidad Ijnapui del pueblo Ayoreo.