El Chaco Paraguayo
El Gran Chaco es el segundo mayor bioma del continente después de la Amazonía. Es un inmenso territorio compartido por Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay de riqueza única en el planeta en cuanto a flora y fauna.
La extensa llanura de 1.066.000 km2 que se extiende ante nuestros ojos es un tesoro natural sin igual, conformado por sabanas, humedales, esteros y pastizales que, juntos, conforman el bosque seco más vasto del planeta.
La diversidad biológica que alberga es asombrosa, y su origen se remonta a millones de años atrás, a procesos geológicos y climatológicos que incluyen la erosión y el levantamiento de los Andes. Una parte invaluable de este patrimonio natural ha sido preservada gracias a la creación de parques nacionales y reservas naturales.
Las poblaciones chaqueñas son eminentemente rurales, y en gran medida indígenas. El Gran Chaco constituye hogar de más de 20 pueblos indígenas, entre ellos los últimos grupos en aislamiento voluntario del continente fuera de la selva amazónica, los ayoreo.
Durante milenios, los pueblos de esta región han adoptado un estilo de vida nómada y sostenible, manteniendo una armoniosa relación con la riqueza de su bosque y de su territorio. La economía de estos pueblos se basa en la caza de animales del monte chaqueño (chanchos del monte, armadillos, osos hormigueros, tortugas) y en la recolección (miel, frutas del monte, fibras vegetales y materias primas para la producción de objetos de uso). Estas actividades de sustento son complementadas por la pesca en los arroyos y las lagunas, y los cultivos en pequeños claros en el monte, ambos en las épocas de lluvia en verano.
Desafortunadamente, el Chaco Paraguayo es actualmente una de las zonas más afectadas por la deforestación en todo el mundo. La rápida desaparición de los bosques chaqueños en Paraguay tiene un impacto significativo en la crisis climática global, con consecuencias negativas para todo el planeta.
La magnitud de la deforestación en el Chaco Paraguayo es alarmante: cada día se pierden aproximadamente 800 hectáreas de bosques, equivalente a talar más de 1.000 estadios de fútbol al día.
Esta práctica insostenible pone en peligro a cerca de 4.000 especies de plantas, 150 de mamíferos, 120 de reptiles, 500 de aves y 100 de anfibios, lo que representa una de las riquezas ecológicas más valiosas de todo el continente.
Diferentes factores están detrás de esta catástrofe configurando un escenario insostenible en lo ambiental y lo social: la ganadería, los monocultivos, la especulación inmobiliaria, la explotación minera, el interés en la prospección de hidrocarburos, las tierras malhabidas, las grandes obras de infraestructura y el crimen organizado.
En Paraguay, es preocupante constatar que casi toda la degradación ambiental en el Chaco se lleva a cabo de manera legal, debido a que las licencias para el «cambio de uso del suelo» se otorgan con escasas posibilidades de ser rechazadas. Cada año, sin mayores obstáculos, se aprueba la deforestación de cientos de miles de hectáreas de bosques chaqueños.
Esta situación pone en peligro la supervivencia de numerosas especies animales y vegetales, así como de los ecosistemas naturales que sustentan la vida en la región.
La deforestación, fragmentación y destrucción de estos hábitats naturales tienen consecuencias graves como el aumento de la temperatura local, inundaciones, sequías y acelerada desertificación, así como la extinción de especies: solo queda un 35 % de las formaciones vegetales y apenas un 15 % de los ecosistemas conserva su clímax evolutivo.
Los bosques nativos, a excepción de las reservas naturales y áreas protegidas, están al borde de la desaparición, y les resta, muy probablemente, unos cinco o diez años, si acaso el ritmo acelerado de desmonte y de fragmentación no cesa o disminuye. Esta catástrofe afecta no sólo afecta a la región, sino que impacta de manera global en el clima y la biodiversidad del planeta.
Las consecuencias de esta destrucción ambiental repercuten en graves emergencias humanitarias. La crisis climática azota principalmente a las poblaciones humanas más vulnerables: los pueblos indígenas, con un efecto aún mayor en los grupos en aislamiento voluntario, quienes ante la escasez de agua, alimentos, altas temperaturas y la creciente presencia de enclaves privados y excluyentes, están expuestos a situaciones de contacto forzoso.