Pueblo Ayoreo
El nombre “ayoreo” significa “hombres verdaderos”. Se refiere a su modo de vivir como cazadores y recolectores. Los ayoreo llaman a otros pueblos cazadores y recolectores “otros hombres verdaderos”. A la población ya sedentaria, sea indígena o no indígena, la denominan “cojñone”, es decir, “gente sin pensamiento correcto”. La lengua de los ayoreo pertenece a la familia lingüística zamuco, al igual que el idioma de los chamacoco.
El último pueblo indígena en sufrir el contacto forzoso en Paraguay
En el Paraguay tuvo lugar un proceso sistemático de búsqueda y contacto de los ayoreo en la década del 60 que culminó con la deportación y reducción de los ayoreo en aldeas misioneras. El último caso de contacto y sedentarización de grupos aislados en este país data del 2004.
No obstante, existen algunos mitos en torno a un posible contacto anterior, en el siglo XVIII llevado a cabo por los jesuitas. Se especula que un número considerable de ayoreo habría habitado la reducción de San Ignacio Zamuco por alrededor de 20 años. La localización precisa de la reducción sigue siendo objeto de conjeturas; se cree que podría haber estado ubicada en los alrededores del Cerro León, en lo que hoy es Paraguay, tal vez en la zona de Ingavi. Sin embargo, no se han encontrado indicios visibles así como pruebas concluyentes de este presunto contacto anterior.
Situación actual de los ayoreo sedentarizados
En la actualidad, aparte de algunos grupos pequeños que siguen viviendo en aislamiento voluntario, la mayoría del pueblo ayoreo vive ya fuera del monte y en asentamientos permanentes. A inicios de 2023 se cuentan 31 comunidades reconocidas en Paraguay: 15 en el departamento de Alto Paraguay y 16 de Boquerón.
El número total de integrantes de la etnia en Paraguay y Bolivia se mantiene en alrededor de 4.000 personas, la mitad de las cuales viven en territorio paraguayo.
Los ayoreo sedentarizados, reducidos en asentamientos precarios con falta de acceso a al agua potable, viven actualmente en una situación de extrema vulnerabilidad. Tras haber sido despojados de sus territorios tradicionales, el pueblo ha experimentado cambios abruptos en su forma de vida y ha sido arrojado a la indigencia, viviendo en confinamiento y marginalización.
La mayoría de los grupos locales del pasado han desaparecido. En Paraguay, hoy subsisten solo tres: garaygosode, totobiegosode y guidaigosode. En los asentamientos estables de hoy, están presentes integrantes de todos los diferentes clanes, de manera entremezclada.
Las mujeres ayoreo desempeñan una labor fundamental en la preservación de prácticas y saberes ancestrales, indispensables para el sostenimiento de las comunidades. Actualmente ellas enfrentan la necesidad de preservar y fortalecer sus espacios propios en el proceso de adaptación al cambio climático y social.
Aunque los ayoreo ya sedentarizados hayan cambiado sus formas materiales y externas de vida al convivir con la sociedad circundante, mantienen actitudes y posturas que reflejan lo esencial de su cultura tradicional en cada situación de la vida moderna. Entre estas actitudes se incluyen el alto grado de movilidad, la no acumulación material, la profunda confianza en la naturaleza, en el mundo y en sí mismos, el alto grado de autonomía personal dentro de las estructuras colectivas de organización y la postura de equidad en lugar de superioridad frente al mundo y la naturaleza, entre otras.
En la actualidad, la situación de los ayoreo contactados refleja un proceso acelerado de empobrecimiento y una creciente pérdida de autonomía, lo que los ha llevado a depender cada vez más del sistema de vida de la sociedad circundante. La falta de oportunidades para alcanzar un estándar de vida que sea compatible con la dignidad humana y la preservación del medioambiente hace que su situación sea preocupante. Muchas comunidades viven cerca de los centros urbanos más poblados, en condiciones precarias y degradadas, y se ven obligadas a trabajar en empleos ocasionales y mal remunerados en un mercado laboral inseguro, irracional y excluyente. Como resultado, muchos jóvenes ayoreo carecen de perspectivas de futuro.
Sustento económico
La economía ayoreo se basa en la caza de animales del monte chaqueño (chanchos del monte, armadillos, osos hormigueros, tortugas) y en la recolección (miel, frutas del monte, fibras vegetales y materias primas para la producción de objetos de uso). Estas actividades de sustento son complementadas por la pesca en los arroyos y las lagunas, y los cultivos en pequeños claros en el monte, ambos en las épocas de lluvia en verano.
En la vida tradicional existían numerosos sistemas y mecanismos de distribución que aseguraban la redistribución, al interior del grupo familiar y local, de todo lo que uno podía haber cazado, recolectado o cosechado. De esta manera participaban y se beneficiaban también aquellos miembros del grupo (ancianos, viudas, huérfanos, etc.) que por diversos motivos no podían ejercer ellos mismos una actividad materialmente productiva.
Estos mecanismos de distribución se mantienen aún hoy vigentes en la vida no tradicional y sedentaria, ya fuera del monte, y son aplicados también a los productos y las ganancias provenientes de las formas de producción de la vida moderna. La no-acumulación de bienes materiales que resulta —todo lo que “ingresa” se redistribuye de inmediato— le garantiza al pueblo ayoreo hasta hoy un alto grado de movilidad personal y colectiva, y la vigencia natural de mecanismos de solidaridad que protegen a los más débiles.
Organización social y política
La unidad de organización social y económica más importante era el “jogasüi”, la familia extensa, que incluye además otras familias amigas. Así mismo, en el tiempo de la vida tradicional antes del contacto, los ayoreo estaban políticamente organizados en más de cincuenta grupos locales que se dividían el territorio de la etnia y que recorrían espacios extensos y propios. Cada grupo local gozaba de un grado muy elevado de autonomía política y con un liderazgo independiente, autónomo con relación a los demás grupos.
Las relaciones entre muchos de estos grupos locales, igual que las relaciones con los otros pueblos indígenas y no indígenas eran de guerra. De acuerdo a las necesidades y las circunstancias de una vida nómada en constante movimiento, los grupos locales podían dividirse en subgrupos, separarse temporalmente, y volver a unirse más tarde. No existía una jerarquización del liderazgo ni un liderazgo centralizado para toda la etnia. Coincidentemente, ni los territorios de los grupos locales, ni el territorio de la etnia en su totalidad, tenían centros geográficos.
Ni los grupos locales, ni sus territorios deben considerarse como permanentes. La historia ayoreo conoce como algo normal las divisiones que conducen a la desaparición de grupos y a la constitución de otros, nuevos, las uniones entre grupos diferentes y los cambios de nombre, todo con los consiguientes cambios y redefiniciones del territorio grupal. Esta organización política comunica la idea de dinamismo, de movilidad social permanente, de la ausencia de un principio ordenador jerárquico y de principios centralizadores, y de una capacidad elevadísima de adaptación a las circunstancias de la vida.
Paralelamente a esta organización política descrita, la etnia estaba dividida en siete grupos locales. Los nombres del clan al que pertenece le dan hasta hoy el apellido a cada integrante de la etnia. Los miembros de cada uno de los siete clanes comparten un origen mitológico común y una red de parentesco que incluye, para cada clan, una serie de animales, plantas, estados meteorológicos y fenómenos de la naturaleza en general, al igual que objetos de uso y artefactos humanos. El hecho de compartir la pertenencia con todos los seres del mundo crea, para cada ayoreo, una unión sentida de cercanía y solidaridad con los mismos. Todos los grupos locales en su conjunto incluyen así la totalidad de todo lo que existe, y todo lo que existe es a su vez pariente de los ayoreo.
La estructura de relaciones entre grupos locales coexiste y se superpone a la organización social de los grupos locales y se extiende como una red invisible a la etnia en su conjunto, preestableciendo relaciones de cercanía y apoyo mutuo incluso entre personas que nunca se encontraron físicamente pero que se reconocen como parientes (no sanguíneos) en el momento que se encuentren.