De entrada, mucha gente consideraría que es imposible hacer afirmaciones más que borrosas sobre la existencia de un pueblo indígena aislado, su situación o el territorio que ocupa: son invisibles, no hay y no debe haber comunicación directa, no se puede saber donde están. Otros, respetuosos del mundo invisible en el que viven, consideran que captar su existencia con las palabras de nuestra percepción ya es un primer paso en el proceso de someterlos y colonizarlos, tal como nuestra cultura envolvente ha colonizado y sometido a todos los mundos ajenos que aparecieron en su camino de conquista.
La situación aguda en el Norte del Chaco Paraguayo, con un crecimiento exponencial de las áreas desforestadas del bosque chaqueño – territorio del pueblo Ayoreo y hábitat. territorio de varios grupos en aislamiento voluntario que viven sin contacto alguno con nuestra civilización envolvente, y que rechazan todo acercamiento – no dejaba sin embargo alternativas: desde fines de los años 90, la tarea de proteger la existencia de estos grupos – significa también proteger sus territorios! – se volvió impostergable. Así nació la metodología de monitoreo y protección, paulatinamente desarrollada y validada en los últimos siete años por la ONG Iniciativa Amotocodie, en cooperación estrecha con la organización indígena UNAP (Unión de Nativos Ayoreo de Paraguay). Nació en base de la experiencia inicial de que la incomunicación entre nuestro mundo y el de los aislados no es total, por lo contrario, tanto de nosotros como de ellos emanan comunicaciones espontáneas y a veces incluso voluntarias y explícitas. Solo falta afinar los instrumentos de nuestra percepción. Es un poco como estar en un bosque oscuro de noche: primero no vemos nada, pero después, al quedarnos quietos y esperar, empezamos a escuchar y ver lo que antes no percibíamos.
Llamamos las comunicaciones “señales”. Nosotros, desde la sociedad envolvente, damos señales al permitir que topadoras entren en el territorio habitado por un grupo aislado y derriban el monte. Pongamos palabras al desgarrador crujido de las topadoras, acompañado por el imponente ruido de árboles separados de sus raíces que irremediablemente caen desde su altura entregados al derrumbe: el mensaje puede ser complejo, pero hay un contenido medular que dice algo como: “termina el monte”; “venimos nosotros, apártense”; “somos fuertes y no paramos”….Los aislados a su vez comunican con sus pisadas y, por ejemplo, con los huecos visibles en árboles de los que cosecharon miel “aquí estuvimos”, “aquí pasamos”. A veces, una marca clánica gravada en la corteza de un árbol agrega información sobre la identidad del líder de un grupo aislado. También se dan comunicaciones explícitas, dirigidas a nosotros: un mojón de mensura de una propiedad, en pleno monte, arrancado violentamente y reemplazado por un palo chamánico comunicó en enero de 2003: “no queremos que vengan aquí y avancen”, y “si lo hacen, se enfermarán o morirán”.
La metodología de monitoreo consiste en recorrer periódica- y regularmente las orillas de los posibles territorios y visitar todos los puntos accesibles, siempre y cuando el acercamiento no signifique tomar el riesgo de un contacto involuntario con los aislados. Estos puntos pueden ser estancias, puestos ganaderos, puestos militares, caminos más transitados, casas de pobladores aislados, asentamientos indígenas u otros de la zona. Se trata de conversar – tanto en los lugares visitados como en los caminos y rutas – con toda persona que pueda haber escuchado algún comentario o tener alguna noticia u observación directa o indirecta sobre los aislados. Esta metodología requiere de una alta capacidad de relacionamiento y diálogo respetuoso con cualquier persona, sea cual sea su rol, carácter, creencias sobre los aislados, posturas políticas, antecedentes. Saber establecer una relación de confianza es crucial, y a veces tarda meses en darse. Muchos trabajadores de estancias tienen órdenes de sus patrones, so amenaza de despido, de no dar ninguna información. Las conversaciones sirven para recibir información, y en ello hay que saber distinguir lo real de lo inventado o imaginado. También sirven para dialogar sobre los aislados, su vida, sus derechos, y como protegerlos, y como protegerse uno a sí mismo. Muchos interlocutores tienen miedo; su conocimiento sobre los aislados suele ser rudimentario, basado en rumores, bordeando con lo mítico.
A la larga se va formando una red de informantes que asegura el fluir constante de las observaciones. En su carácter de “informantes informados”, los mismos no solos informan, sino pasan a formar parte de las fuerzas que sostienen a los grupos aislados y los protegen desde afuera. Cabe reiterar que ninguna de las actividades relatadas implica un contacto ni el riesgo de contacto con los aislados. Se trata simplemente de recoger las señales de presencia visibles y de captar lo que se manifiesta de manera espontánea: huellas, huecos de miel, objetos dejados en su camino, alguna señal explícita, ocasionalmente algún campamento o fogón abandonado. No pocas veces la señal consiste en que algunos de los aislados son vistos a cierta distancia. Siempre y cuando sea posible, se busca analizar la señal en el lugar mismo, y de georeferenciarla. La participación activa de líderes y sobre todo ancianos Ayoreo de los ya contactados, desde 2005, aumentó considerablemente la capacidad perceptiva de los monitoreos y alcance y riqueza en la interpretación de cada señal.
De vuelta del viaje de monitoreo, el resultado de cada recorrido es plasmado en informes, fotos, filmaciones, grabaciones, y los puntos georeferenciados de cada señal son volcados a mapas satelitales. En equipo, se vuelve a analizar cada señal y le atribuye, en base a criterios rigurosos, un valor de credibilidad (de 5 a 1).
Luego, la información obtenida es cruzada con información de otras fuentes como planes disponibles de nuevas obras de desmontes o prospecciones petroleras, historias de vida de Ayoreo que vivían en la zona visitada antes de su contacto, ocasionalmente con tomas y filmaciones de un sobrevuelo (solo en caso de extrema necesidad).
La interpretación cuidadosa de los datos en su conjunto permite con el tiempo percibir los contornos del territorio de cada grupo aislado, lo que da base a que las autoridades competentes implementen la protección e intangibilidad que le corresponde legalmente. También se vuelven visibles necesidades más específicas de protección: se puede determinar zonas de riesgo y encaminar la implementación de medidas preventivas de protección, sea políticas, sea legales, sea medidas en el terreno mismo, en cual caso la red de informantes presta un apoyo invalorable.
El registro de datos de Iniciativa Amotocodie/ UNAP consta en la actualidad de más de 150 señales de presencia en diversas partes del Norte del Chaco. Si en 2002 se pensaba que existían tan poco dos grupos aislados en el monte, hasta hoy los monitoreos permitieron constatar la presencia y divisar los territorios de un total de siete grupos. Asimismo, permitieron a lo largo del tiempo determinar diversas zonas de riesgo y motivaron las intervenciones ad hoc de protección correspondientes. Finalmente, ayudaron a manejar adecuadamente varias situaciones de riesgo que, sin la experiencia y los conocimientos ganados en los monitoreos, fácilmente podían haber terminado en situaciones de contacto.
Benno Glauser