Un genocidio pasa desapercibido en el Mes de los Pueblos Indígenas

Mientras se recuerda el Mes de los Pueblos Indígenas, en Faro Moro se está desarrollando un escenario de genocidio. Pero el Chaco Paraguayo está lleno de sitios como Faro Moro. Lugares en donde las inversiones millonarias priman sobre las vidas y territorios de los pueblos indígenas, tal como el mismo Estado Paraguayo no duda en admitir a través de sus representantes. 

No ha pasado un siglo desde que los pueblos indígenas chaqueños eran cazados como presas humanas. Hoy quizá las cacerías no se sigan realizando, pero continúa el proceso de usurpación de tierras. Los pueblos indígenas, en especial los grupos Ayoreos en aislamiento voluntario, son considerados molestias para la realización de diferentes proyectos expoliadores del Chaco. Tanto es así, que ni siquiera son tenidos en cuenta por el MADES y las diferentes instituciones del Estado a la hora de legalizar la destrucción del ecosistema chaqueño. Su exterminio es justificado en aras del “desarrollo”.

A mediados de julio, cuando diferentes líderes, lideresas y representantes de organizaciones Ayoreo fueron al Poder Legislativo a reclamar el riesgo de exterminio de sus parientes en aislamiento voluntario en la zona de Faro Moro, se encontraron con el Procurador General de la República que expresó mayor preocupación por las inversiones millonarias en la zona que por el hecho de que vidas humanas corran peligro. 

En tal ocasión, se prometió que el INDI convocaría a una mesa de diálogo, la cual no ha ocurrido a la fecha, a pesar de la urgencia de la situación en Faro Moro. Días atrás, nada menos que el presidente de dicha institución estuvo ausente en el conversatorio sobre pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en Paraguay, que tuvo lugar el pasado martes 6 de agosto. Los aislados no son solo invisibles para las instituciones, sino que son prescindibles. 

Quienes defienden a los grupos Ayoreo en aislamiento voluntario, en Faro Moro y en todo el Chaco Paraguayo, son sus parientes ya contactados, los Ayoreo que viven en comunidades a los que fueron reducidos hace pocas décadas. Ellos son la primera línea de defensa ante unas instituciones incapaces de respetar el hecho de que los pueblos indígenas son anteriores a la creación del Estado paraguayo. Ellos alzan la voz ante una sociedad que aún siente incomodidad al escucharlos. 

Las 6 comunidades de Ayoreos en contacto inicial en la cercanía de  Faro Moro se encuentran luchando a través de acciones judiciales y mediáticas para intentar impedir el exterminio de sus parientes y para evitar que se desarrolle un escenario de contacto no deseado que puede tener consecuencias fatales tanto para los aislados como para los Ayoreo sedentarizados. Estas comunidades permanecen firmes  aún a costa del riesgo que esto representa para su seguridad y a pesar de las represalias de gremios de terratenientes y productores de la zona.  

En un país como Paraguay, los intereses económicos y políticos valen más que las vidas humanas y están por encima de la Constitución Nacional, y los diferentes tratados internacionales. 

“Faro Moro” es el nombre impuesto sobre esa parte del territorio Ayoreo, sobre áreas de riachos y lagunas que antes de la ocupación no-indígena se llamaba Tamucode.

“Faro Moro” es un nombre que resulta de la conquista y colonización del Chaco ante la presencia de «indios moros» (tal como se llamaba a los Ayoreos). Hoy da cuenta de un área donde continúa el proceso de contacto, expulsión y muerte de los Ayoreos aislados.

Es el escenario del más atroz de los crímenes de lesa humanidad: el del genocidio. Un genocidio del que el mismo Estado paraguayo es cómplice y que hoy pasa desapercibido.