Varios de los pobladores más vulnerables del Gran Chaco, los pueblos indígenas nivaclé, manjui, guaraní, wichí, weenhayek, toba-qom, y tapiete, están amenazados en su soberanía alimentaria y acceso a fuentes de agua potable ante la crisis del Pilcomayo. Esta emergencia humanitaria, enmarcada en la crisis climática a nivel global, puede acentuar el desplazamiento de estas poblaciones a núcleos urbanos, siendo sus derechos humanos aún más vulnerados.
Una suma de factores detrás de la crisis hídrica tanto en el río Pilcomayo como en la cuenca del río Bermejo
En los últimos días, el río Pilcomayo ha alcanzado sus niveles históricos más bajos. Por segundo año consecutivo esta situación ha ido agravándose, pudiendo empeorar a futuro. Desde hace cuatro años las lluvias son insuficientes o nulas y las vertientes se están perdiendo debido a la acción del agronegocio. Los productores más pequeños deben localizarse en zonas de mayor altura alterando la dinámica de las vertientes ante el incremento de los desmontes y de la instalación de empresas de producción agropecuaria en el Chaco Tarijeño. Se suma a esto que los productores de los valles de la cuenca alta se encuentran aumentando sus superficies de producción, y por lo tanto de riego.
El aumento de temperatura global y local, con temperaturas cada vez más extremas y fenómenos inusuales como olas de calor en invierno, acelera la evaporación del agua en bajos caudales y la de los bolsones de agua que van quedando cuando desaparece el flujo del agua del río. Si bien el Niño ha contribuido con el aumento de las temperaturas, el calor inusual en Sudamérica se ha incrementado unas 100 veces a raíz del cambio climático provocado por la acción humana.
En una región donde el agua de por sí es cada vez más escasa, la desaparición del Pilcomayo puede ser fatal para las poblaciones humanas.
El Pilcomayo es la principal fuente de agua para el sur del Chaco Paraguayo. Su incidencia va desde Pozo Hondo, casi en el límite trifinio Bolivia-Argentina-Paraguay, hasta la desembocadura del río Montelindo, en el el río Paraguay. Toda esa región, en particular desde el oeste hasta la zona de Ávalos Sánchez hacia el este de General Díaz, depende del flujo de agua proveniente del Pilcomayo.
Las repercusiones de esta catástrofe son sanitarias. La disminución de caudales el año pasado y este año provocaron la reproducción de algas cianógenas que hacen peligroso el consumo de agua tanto para uso humano como para la producción animal tradicional del Chaco. Asimismo, la mortandad de peces y de otras especies que viven del río —como yacarés, carpinchos y aves— afecta significativamente la pesca, que supone la principal fuente de subsistencia de las poblaciones indígenas de la zona.
La soberanía alimentaria de las poblaciones en torno al río Pilcomayo está amenazada. Al reducirse al extremo o desaparecer la presencia de peces, los pueblos indígenas carecen de acceso al único alimento que sostiene toda su economía. Al cortarse el flujo de agua se pone a riesgo la presencia de peces y se aumenta la posibilidad de que ciertas especies endémicas desaparezcan y otras propias de la cuenca del Plata, desaparezcan de la región del Pilcomayo. El sábalo, especie emblemática de la pesca comercial en Bolivia, se encuentra en riesgo de desaparecer de esta zona debido a la interrupción del ciclo migratorio y reproductivo.
La crisis climática es innegable y el Estado paraguayo debe responder de manera urgente
Las medidas de mitigación deberían ser estructurales y no estructurales, incluyendo sistemas de acopio de agua y producción de forrajes y alimentos; así como sistemas organizativos que permitan la administración por zonas de tales estructuras en beneficio de toda la población y no solo de los sectores que pueden invertir privadamente.
Es necesario desarrollar estrategias adaptativas a este cambio en el sistema, además de medidas mitigatorias que incluyan el financiamiento a la población indígena y criolla afectada incrementando su capacidad de resiliencia, antes que seguir empobreciéndose y que se acentúe la migración poblacional a las ciudades, tal como ocurre con los cordones periurbanos de Filadelfia y Villa Choferes del Chaco (cerca de Neuland), e incluso las migraciones hacia Asunción en busca de mejores condiciones de vida.
Hasta el momento el Estado Paraguayo se limita a responder de manera insuficiente a las emergencias mediante la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), pero no da alternativas financieras a la población para que se recupere y desarrolle estrategias adecuadas, con lo cual siempre quedará en un estado de dependencia a las respuestas del gobierno de turno.
El fuerte neoliberalismo que domina las políticas públicas en Paraguay impide que realmente se vean beneficiadas las poblaciones que no pueden invertir, conduciendo los recursos financieros a las empresas que mueven suelos haciendo canales y limpiezas que cada año deberán volver a hacerse debido a las características de transporte de sedimentos del Pilcomayo. Al fin, quienes tienen dinero pueden invertir en sus campos y quienes saben aprovechar el dinero del Estado pueden licitar obras de canalización. Mientras tanto, la población local queda a merced de su suerte y obligada a convertirse en refugiados climáticos, con sus derechos humanos altamente vulnerados.