Petróleo, acciones en la bolsa de valores, ayoreos aislados y derechos humanos… algo más que un debate de café


Hacia finales de Enero del 2014, una noticia en el diario ABC Color de Asunción me llamó la atención1. Se anunciaba que la President Energy estimaba que las reservas de petróleo en el Chaco eran mayores a las previstas. Inmediatamente sus acciones en la bolsa de valores de Londres subieron de manera considerable. Pero lo fascinante, o tal vez espeluznante, era que en la nota se decía, literalmente, que «El Chaco es una gran región semidesértica y poco poblada que ocupa la mitad norte de Paraguay»; ignorando absolutamente que en la zona de exploración al NO del Chaco hay grupos ayoreo aislados (que voluntariamente no mantienen contacto con la sociedad colonizadora) y que la exploración hidrocarburífera, sumada al avance de los emprendimeintos agropecuarios intensivos, llevará a que pierdan su tranquilidad y posibilidades de sobrevivencia autodeterminada.
Comenté esto en un círculo muy diverso de actores. Las reacciones no se hicieron esperar. Para muchos, esta preocupación era absurda. Se planteó con firmeza si el Paraguay debe renunciar al uso de una superficie tan extensa, capaz de producir un ingreso de miles de millones de dólares anuales y de crear miles de oportunidades de empleo directo adicional, por la simple razón de mantener el área sin perturbación para un grupo de personas no contactadas que pasan cada algunos años para su caza y recolección.
Sin dudas esto genera debates. Pero lo más sorprendente, que me motiva a una reflexión mayor, fue la duda absoluta de la existencia de estas personas; bajo el argumento de que ciertos grupos de activistas indigenistas siguen contando que hay grupos aislados de Ayoreos en el Norte del Chaco, hecho que la prensa mediatiza cada vez que le conviene.
Sin intención de entrar en una polémica interminable; como persona que he trabajado desde la mirada antropológica bastante junto con Iniciativa Amotocodie en la identificación y monitoreo de grupos aislados en el Norte del Chaco, debo confirmar que tenemos identificados entre ocho y diez grupos aislados, además de lo que la organización GAT suele publicar en torno al Patrimonio Totobiegosode (a cuyas fotos del último contacto en 2004 se divulgan corrientemente en la prensa).  Esto podría representar una población de entre 200 a 300 personas en grupos pequeños.  Incluso un poco más.  El trabajo se ha hecho de manera sistemática y con una metodología clara, desde el año 2002 hasta la fecha, identificando señales, huellas y rastros de diferentes índoles; corroborando estos indicios con el estilo de vida y cultura de estos grupos, a fin de poder hacer un pronóstico de su movimiento y trabajar con los estancieros para evitar conflictos o encuentros no deseados, cuyas consecuencias podrían ser lamentables para cualquiera de los que se encuentran; como ocurrió ya en el pasado, cuando un topadorista encontró su máquina “atacada” por una lanza, en señal de que detengan la destrucción del territorio ocupado.  Todo registro ha sido discutido y controlado por los propios Ayoreo, con quienes trabajamos en la investigación mano a mano (lo que podría enmarcarse en los términos de una investigación participativa), a fin de no equivocarnos en el reconocimiento de estas señales.  Por las marcas clánicas (el pueblo ayoreo es el único pueblo con estructura clánica-totémica en el Chaco, herencia cultural de su origen amazónico muy anterior al período de colonización), algunas personas (ayoreo) de las que se han comprometido en estas identificaciones, reconocen que algunos de estos grupos pertenecen a parientes de los cuales nunca se ha sabido más de ellos.  Recordemos que los primeros contactos y reducciones datan de la década de 1940 a 1950; por lo cual podemos hablar con certeza del conocimiento directo que muchos ancianos tienen de las personas que están dejando esas señales en diferentes partes.  Esta tarea no es aislada; contamos con la colaboración permanente de los mejores especialistas en la materia (antropólogos que dedicaron sus vidas al estudio, acompañamiento y seguimiento del pueblo ayoreo, tanto en Paraguay como en Bolivia).  No hemos escrito demasiado sobre el tema, porque el objetivo de nuestro trabajo no es la investigación académica, sino actuar y gestionar en favor de la protección de los territorios que estos grupos ocupan, para que puedan seguir con su opción autodeterminada de mantenerse ajenos a la sociedad moderna (por llamar de alguna manera genérica a nuestras sociedades colonizadoras), con su propia manera de vivir (quiero recordar que el derecho a la autodeterminación de los pueblos es uno de los primeros derechos consagrados por las Naciones Unidas en su propia constitución; superior, jerárquicamente, a las leyes Nacionales).
Obviamente, no hay fotos de los aislados, pues se mantienen en estado de alerta en cuanto perciben la presencia de gente que no son como ellos (incluso los mismos ayoreo vestidos son considerados «diferentes» y hasta » no humanos») y, como en la actualidad se saben en desventaja, evitan acercarse y que se les acerquen.  Hasta hace treinta años, esa desventaja no era sentida y mantenían actitud agresiva ante quienes se introdujeran en su territorio.  Hoy, dejan señales chamánicas para avisar a los invasores que están entrando en territorio en donde ellos habitan… claro que los invasores no saben leer esas señales o ni las ven.  Sin embargo, esta postura de distanciamiento, con la gran sequía de Octubre pasado, en el Norte, en la zona  comprendida entre Lagerenza’i y Gabino Mendoza (una de las áreas de exploración petrolera indicadas en el artículo al que hago referencia), dos personas se acercaron al puesto de una de las estancias a pedir agua (con señas y mucho temor, según el testimonio), ya que no podían acceder a los tajamares porque estaban secos.  No se lo puede tomar como un «contacto» en sentido clásico; sino, antes bien, como un reconocimiento de «humanización» (en el sentido de que el individuo que se acercó a pedir agua reconoce como «humano» pero diferente al otro, por lo cual puede acercarse y pedirle ayuda).  Esto implica que ese puesto está siendo observado durante mucho tiempo por ese grupo de aislados, lo que les permitió tener el valor de acercarse.
En cuanto al valor económico de la exploración y la posible explotación hidrocarburífera en esa zona, no lo pongo en dudas; y no creo que una opinión o miles de opiniones de café detengan un proceso irreversible como este.  Pero sabemos bien que existen métodos mucho menos agresivos de exploración que los que se usan corrientemente en el Chaco.  Tienen impactos, sin dudas, pero mucho menores que el de abrir picadas de 20 metros de ancho cada 4 Km y luego más cercanas cuando hay indicios de una fuente hidrocarburífera.  Por otro lado, no se generan tantos empleos como se supone.  La experiencia en el chaco argentino lo demuestra sobradamente: hay trabajo puntual mientras se desarrolla la exploración y luego se acaba todo para los locales, pues lo que queda es fundamentalmente trabajo muy especializado de gente que viene de afuera (incluso los operarios).  Las ganancias reales las tiene la empresa, poco o nada queda en la región, excepto pasivos ambientales y económicos. El artículo periodístico es muy elocuente: la empresa subió el valor de sus acciones sólo con anunciar que habrían más probabilidades de las previstas; a pesar de que aún no hallaron ni una gota de petróleo ni un metro cúbico de gas.
Finalmente, la discusión planteada no es un debate técnico o económico; sino un debate en el marco de los derechos humanos y los valores éticos.  Se trata de la inacabada discusión colonial acerca del valor de existencia de un grupo reducido que por autodeterminación opta por otra forma de vida en un territorio al cual pertenece desde hace por lo menos quinientos años; frente al valor económico que le confiere a ese territorio otro grupo que lo ocupa arbitrariamente (conquista, evangelización reductiva y violencia de por medio) y sin atender a sus originales ocupantes, se lo apropia como si no hubiera nadie («El Chaco es una gran región semidesértica y poco poblada que ocupa la mitad norte de Paraguay») y lo explota sin importarle si afecta o no a los originales ocupantes.  Es la historia de la humanidad.  Lo hizo China, Japón, Persia, Grecia, Roma, Egipto, Inglaterra, Francia, España, Portugal, Holanda, Alemania (para nombrar sólo a los más grandes y reconocidos imperios y colonias); lo hace Estados Unidos… lo hacemos nosotros.  El valor del original no existe (o el impacto que se produce sobre éste es minimizado) ante las ventajas que el colonizador obtiene.  Nos debemos, como humanidad, sin dudas, un debate sobre los derechos humanos y sobre la ética.
Mientras debatimos, los aislados verán cómo se desmontan los bosques de los cuales ellos obtienen su alimento, se abren interminables picadas, explotan sondas subterráneas alejando a los animales que cazan y asustándolos a ellos mismos sin comprender qué es lo que ocurre con la tierra; President Energy verá subir el valor de sus acciones en la bolsa de Londres, algunos pobladores locales y técnicos conseguirán trabajos internacionalmente mal pagos pero que creen muy buenos… y así, nosotros seguiremos escribiendo lo que pensamos… Quizás, algún día, en una novela al estilo de Vargas Llosa, sus herederos demanden a la sociedad moderna por haber perpetrado contra ellos delitos de lesa humanidad, al enajenarlos de sus territorios mediante la muerte de sus bosques, alienándolos de sus recursos y de sus espacios rituales que garantizaban su soberanía y seguridad alimentaria, su autonomía y su derecho a autodeterminar su destino.  Quizás, en la misma novela, el jurado mundial ante el cual presenten la demanda, se de cuenta de estas atrocidades y condene a la sociedad moderna a pagarles subsidios eternos que aseguren un mínimo estipendio por cada familia sobreviviente del siniestro devenir de la colonización, a fin de que obtengan alimentos y vestidos que oculten la vergüenza de ser humanos diferentes y se pague el error de que hayan sobrevivido.  Cualquier parecido con las directrices de algún banco internacional, es pura casualidad.
Sólo para terminar, quiero compartir que los ayoreo entienden los desmontes como el asesinato del viviente que les da vida (eami).  Muy escatológicamente, su muerte es la muerte de la humanidad.  Curiosamente, los guaraní tiene conceptos parecidos en donde definen su rol de rezadores.

Luis María de la Cruz
Iniciativa Amotocodie
21 de Marzo del 2014, inaugurando el otoño…

1 www.abc.com.py/nacionales/empresa-elevan-calculo-de-reserva-de-petroleo-en-el-chaco-1208564.htmlEmpresa elevan cálculo de reserva de petróleo en el Chaco. / Fernando Romero, ABC Color